Fue, asimismo, un sociólogo con una gran visión, lo cual puso de manifiesto no sólo como profesor universitario, sino como ciudadano. Muchos lo recordarán 
por su labor al lado de Sergio Vargas, Fernando Villalona, Ilegales, Wason Brazobán y el grupo Negros, Sonia Silvestre, Alex Bueno..., pero no olvidemos que, durante los oprobiosos 12 años balagueristas, don Cholo fue uno de los pilares en la organización de aquella magna osadía de ribetes artísticos y proletarios que fueron los Siete Días con el Pueblo, que tuvo como telón de fondo gritarle al mundo que los dominicanos padecíamos en carne viva el estrangulamiento de las libertades por aquel régimen nauseabundo.
En lo personal, le agradezco que siempre me trató con sumo respeto y consideración, afectos que siempre le reciproqué, y, ante todo, nunca olvidaré que depositó en mi humilde talento mucha confianza, no sólo como compositor, sino como redactor y solía llamarme para discutir algún dato sobre determinados músicos o cantantes y, además, me honraba al consultarme sobre asuntos autorales. De igual modo, él me brindaba sus orientaciones sobre disqueras internacionales.
Hubo una vez que estuvimos a un tris de llegar a Julio Iglesias, a través del antiguo manejador de ese gran artista ibérico (de nombre Tomás Muñoz, si la memoria no me falla), un empresario amigo de don Cholo. (como siempre le dije y él me pagaba con la misma moneda llamándome don Mario, incluso siendo yo aún bastante joven). Esa diligencia se quedó a medio camino, pues en aquel tiempo Julio y su manager rompieron sus relaciones comerciales..
Fue la persona a quien le canté dos canciones que arregló el maestro Ramón Orlando a ritmo de merengue y que interpretaron Sergio Vargas y Diómedes Núñez con Los Hijos del Rey: "¡Cuánta vida!" y "La muñeca". Fue don Cholo que las seleccionó y le trazó el concepto al maestro para que hiciera el arreglo musical.
Hoy en la tarde murió en la clínica Alcántara y Gonzáles, ubicada en el ensanche La Fe, Rafael Andrés Brenes Guridi, conocido por todos como Cholo Brenes.
Nunca quise verlo ya tan disminuido como estaba en su salud.
Preferí desde entonces mantener intacta la imagen del señor esbelto, con sus más de 6 pies de estatura física y su vozarrón, rogarle a Dios que perdone sus pecados (como anhelamos ser todos perdonados) y decirle sinceramente ¡hasta siempre, don Cholo!
